Podría escribir de pena pero no me da la gana. Hay temas horripilantes que llamarían la atención y me asegurarían la empatía evidente de aquel que ha venido aquí a leer (de felicidad) pero no. La felicidad es mucho menos comercial pero mucho más guay.
Hay cosas sencillas que me hacen feliz. Incluso ese hecho en sí mismo ya me hace feliz. Retroalimentación feliz. Una tostada con tomate, el tacto de la pared del pasillo de la casa de mis tíos o un portal precioso que hay en Barcelona son cosas de lo más absurdas que me dan una felicidad tan verdadera que me doy cuenta de que ser feliz es tan relativo que no hay posibilidad alguna de control.
Cinco palabras es una de esas cosas sencillas que me hace feliz.
Me abro en canal y me saco el corazón a este prólogo y confieso que llevo dos años con un estado ansioso de alerta incómoda. Las circunstancias han sido así. He sufrido una cosa que he tenido a bien llamar La Sed que no es sino una deshidratación temporal de felicidad. Boko Haram, el pelo de la niña refugiada que su padre cortó para que no cogiese piojos, las agresiones sin ton ni son, Haití y su dolor, los ataques terroristas de París y Orlando, la vejez de mi abuela... son esponjas que se me han caído dentro y que han ido absorbiendo mi felicidad, que no puedo digerir y de las que no soy capaz de olvidarme.
Pero tengo un as guardado bajo la manga. La Sed se combate bebiendo lo que llamo Gotas de Luz.
Las Gotas de Luz son pequeños salvavidas de hidratación que he tenido la suerte de poder buscar y encontrar.
Todas y cada una de las causas de Cinco Palabras han sido para mí Gotas de Luz. Me han reconciliado un poquito con el mundo. Ver que existe gente entregada que lucha contra las desigualdades, contra la pobreza, que favorece la vida de los demás, que ayuda, que se esfuerza y que sufre por conseguir un mundo mejor me ha permitido no morir deshidratado.
Hacer algo, por mínimo que sea, para hacer más felices a los que han tenido una suerte diferente, crea Gotas de Luz.
Por eso os invito este mes de Diciembre a participar con otra de estas maravillosas causas solidarias tan necesarias.
Este mes lo recaudado con nuestros relatos irá a parar a La orden de las Mercedarias de Málaga, que trabajan sin descanso en el Hospital de San Andrés en Santo Domingo, curando con lo que les donan a muchísima gente necesitada, haciendo una labor durísima y maravillosa, creando una pequeña nube que, de vez en cuando, hace que lluevan sobre esa gente preciosas Gotas de Luz.
Por favor señoras y señores, ya que han venido ustedes aquí, aunque sea sin saberlo, a leer sobre felicidad, conviértanse en Gota e hidraten el mundo con su Luz. Aquí pueden escribir, hacerse socios y/o comprar el volumen de relatos del mes. Cualquier cosa llena un poquito más el mundo de luz. Estoy seguro de que juntos, cada uno aportando un poquito de hidratación, conseguiremos que La Sed de este mundo desaparezca poco a poco.
Diego Rubio.
TCP de Iberia. Escritor solidario desde el comienzo de cinco palabras y novelista.
Un comentario sobre “He venido aquí a escribir de felicidad de Diego Rubio”