ESCRIBE TU RELATO DE SEPTIEMBRE (II): SUSANA GISBERT, FISCAL PROVINCIAL DE VALENCIA

Seguimos durante este mes de septiembre con una fiscal especializada en violencia de género, portavoz de la Fiscalía Provincial de Valencia y, que además, es escritora solidaria: Susana Gisbert Grifo (Valencia, 1966).

Éstas son sus Cinco Palabras:

TOGA
TACONES
JUSTICIA
INOCENCIA
FORTALEZA

La causa del mes de septiembre está dedicada al orfelinato 'La Renaissance' en Togo... 

Si queréis ayudarnos a conseguir nuestro reto y colaborar con el Orfelinato COR, donde pronto nuestra Presidenta de Cinco Palabras, Mar Olayo, y el periodista,  Juan Antonio Tirado, junto a Eva Grueso,  estarán entregando el donativo recaudado con e libro de Claribel Aránega, donado para esta causa:

Adquiere tu libro aquí ➡️ https://www.migranodearena.org/reto/18988/proyecto-de-alfabetizacion#.W5DiFxapDIw.whatsapp

 

Los escritores solidarios de CINCO PALABRAS siguen las siguientes reglas:

No se cambiará género ni número de las palabras propuestas. No se modificará la posición de las mismas.

El relato tendrá una extensión de máximo 100 palabras.(*)

(*) Escribe el relato en esta WEB pinchando DEJA UN COMENTARIO (aparecerán publicados una vez sean aprobados por nuestro equipo de edición) – Al final del mes se recopilarán todos los relatos en un volumen editado en PDF, que se podrá adquirir por un donativo de 5€, destinado a cada causa del mes. Colabora con nosotros y nuestras causas.

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31 comentarios sobre “ESCRIBE TU RELATO DE SEPTIEMBRE (II): SUSANA GISBERT, FISCAL PROVINCIAL DE VALENCIA”

  1. TODO ESFUERZO MERECE UNA RECOMPENSA
    Se lavó la cabeza y se hizo la toga. Unos minutos más tarde, su pelo indomable era una perfecta melena lisa. Se maquilló a conciencia, se vistió y se subió a unos tacones de vértigo. La discreta Mila acababa de renacer. Estaba lista para enfrentarse a su gran reto. Por fin se hacía justicia. La inocencia de la pobre secretaria callada y tímida había dado paso a la fortaleza de una mujer segura de sí misma que acababa de ganarse el puesto de directora general en la empresa de su exmarido.

  2. MAÑANA TIENE QUE AMANECER.
    Aquella mañana, como tantas otras, cubrió con su toga el vestido de un día más, cambió los tacones por un calzado más apropiado para seguir, con la inocencia, la curiosidad y la pasión de un cachorrillo de sabueso, el rastro de la Justicia, perdido en el bosque de la Ley.
    Cuando regresó a casa con el paso plomizo y resignado del atardecer que se funde en la noche, se acostó abrazando la esperanza de que un nuevo día tuviera la fortaleza de amanecer.

  3. El ateo

    No hay toga de suficiente tela para padre, sacerdote o juez alguno. Ni tacones suficientemente altos como para llegar a mis tripas. Ni justicia humana que pueda hacer dudar o demostrar sin mayor quebranto ni problema mí no inocencia. Porque, no lo duden señores, siempre fui real, no un fantasma o una marioneta, y nadie logrará jamás romper o tallar mi fortaleza. Me podrán llamar falso, estafador o incluso, asesino, pero nunca cobarde o traidor a mis ideales. Soy el profeta, Krishna, Jade, Zeus, Ra, Ixchel, Alá, Buda, Dios… también soy, para vuestra desgracia y perdición… ¡vuestro fatal destino!

  4. EL PESO DE LA JUSTICIA

    Se puso la toga y caminó sobre sus tacones de un lado a otro del despacho. Ya no creía en la justicia, tampoco en su propia inocencia.
    La abogada se desangraba y, con gesto suplicante, la miraba desde el suelo. Ella, respondía altiva desde una impostada fortaleza. Dos mujeres, una a punto de morir y la otra esperando que ocurriera cuanto antes.
    No dio tiempo, la puerta se abrió a su espalda.
    – Señoría, es la hora.
    Sin darse la vuelta y con un gesto de su mano se dio por enterada. Respiró profundamente y, recogiendo sus propios despojos, se encaminó hacia la sala de juicios.

  5. Taconeando

    Siempre me gustó como quedaba la toga con los tacones. Yo sé que la justicia no tiene que ver con el género de quien la imparte, pero hace mucho que perdí la inocencia y, a veces, me falta la fortaleza necesaria para enfrentarme al estrado y mantener fría la cabeza. No puedo quitarme de encima la mirada insolente de ese cabrón y los ojos llenos de lágrimas de la niña. Hoy entraré en la sala con la mirada alta, taconeando con fuerza. Y sonreiré mirando a la pequeña para que no se vuelva a sentir sola.

  6. Aquella mañana se levantó muy pensativa. Cuando llegó al juzgado, seguía dando vueltas a las cosas acontecidas en casa. Se ajustó la TOGA (los TACONES de esos zapatos eran altos, estaba incomoda) y pensó que era hora de dejar a un lado lo personal y ponerse en modo trabajo. La JUSTICIA no se iba a impartir sola. Miró la carita de INOCENCIA de una niña que iba de la mano de su madre, la acariciaba la cara un abogado que la tranquilizaba mientras infundía FORTALEZA a su madre. Difícil ser justo en un mundo que muchas veces no lo era.

  7. Por derecho…
    Con su toga todavía intacta, el diploma en la mano y los tacones, salió a ofrecer justicia a quienes nunca habían estado en un lugar distinto al de su propia intemperie inmerecida.
    Caminó llevando lo aprendido, sin que sus ojos olvidaran la inocencia, sin rendirse ante el silencio de esos otros que -por costumbre, desidia, cobardía- se resistían aferrados al prejuicio.
    Sin embargo (entre desilusiones, amenazas, lágrimas, preguntas), halló la fortaleza necesaria para lograr que el planeta la escuchara.
    Shirin llegó -agotada, pero entera- a recibir su Nobel, desplegando sus alas. Y el mundo estaba allí, para abrazarla.

  8. SEGUNDO ACTO
    Me escondí tras la toga que había colgada en la percha de la entrada. El sonido de los tacones se acercaba. El corazón me golpeaba el pecho con fuerza, haciendo justicia a mis emociones. Mi amiga Inocencia abrió la puerta del camerino.
    – ¡Sorpresa! -exclamé saliendo de mi escondite con una caja de bombones.
    Tras el susto inicial, sonrió.
    Se lo merecía todo tras volver a los escenarios, demostrando la fortaleza con que había retomado su vida tras la separación.

  9. EL ATUENDO
    Era la primera vez que me ponía la Toga y los nervios y la emoción me embriagaban. Contemplé ante el espejo mi imagen reflejada y quedé satisfecha con lo que vi. Pero había algo que no encajaba: los zapatos. No sabía si debía ponerme tacones o mantener una imagen menos frívola, más acorde con el atuendo formal y arraigado, que representa a la justicia.
    Pensé en los personajes que llevaban esta prenda en el cine, cuando tenían que impartir justicia. Eran mis años de inocencia y juventud, pero siempre sentía una gran admiración por ellos y me transmitían fortaleza.

  10. ÚLTIMO RECURSO

    Miranda ha pasado una noche más sin dormir con el móvil en sus manos.

    Desde que llamó por primera vez al 016, activaron el protocolo por violencia de género para garantizar su seguridad. Después se puso la toga, temblando sobre sus tacones, para obtener una orden de alejamiento que él siempre quebranta. No sirve de nada. Para la justicia prevalece su presunción de inocencia a pesar de los múltiples partes de lesiones existentes.

    Ha amanecido con la fortaleza brillando en sus ojos. Ya no siente miedo. Acaricia el frío acero con el que, tal vez, la próxima vez se defenderá.

  11. Estado civil.
    Enciendo y sólo veo en pantalla una negra toga que habla de juicios a gentes que no conozco. Apago hastiada y me pongo los tacones de estado civil, salgo a la calle a tomar algo, entro en la barra Currito, abro el Globo que yace sobre restos de aperitivos y leo “justicia” en negrita, alguien que proclama su inocencia parece que la invoca, pero ya no sigo leyendo, es mi cumpleaños y sigo sola, esperando tener la fortaleza de amar y de no esperar nada a cambio, en mi estado civil todo es un tránsito hacia la soledad.

  12. Allí estaba Sara, con sus diez años aun por cumplir y ya era la segunda vez que tenía que enfrentarse a la frialdad de una sala de vistas, pero ni la toga de los presentes ni el lenguaje, en ocasiones incomprensible, la hicieron salirse del discurso aprendido, levemente distraída al observar los rojos tacones de la fiscal, que asomaban por el lateral del estrado, retomó la plática insertada por un padre maltratador que busca en la justicia seguir incidiendo en las heridas causadas, truncando, incluso, la inocencia de su hija. Sara no tuvo la fortaleza suficiente para exponer la verdad

  13. La jueza abrió la puerta del armario, llevaba la TOGA puesta, se la quitó y la colgó en la percha. También se quitó la braga y el sujetador y alzada sobre sus TACONES observó su cuerpo desnudo, se giró a un lado y a otro, para ver el perfil de sus senos y de su estómago y se preguntó si el paso del tiempo hacía JUSTICIA con los cuerpos cuando los vuelve flacidos. No la tersura de la INOCENCIA de su cuerpo cuando era joven. Desnuda ante el espejo decidió que la FORTALEZA de carácter sería su nuevo atractivo.

  14. Tras la toga había alguien desconocida por el resto de seres, era la máxima autoridad del sistema Iridiam. La gran jueza miraba al acusado con ojos imparciales, escuchada las declaraciones de ambas partes, se puso en pie ante la audiencia y sobre sus tacones de iridio y diamante desapareció tras una cortina de luz. A los ocho segundos regresó y la justicia habló. “El acusado llevará la insignia inocencia: salvó a sus habitantes aunque usara minas de mineral privadas. Recordad: La fortaleza de Iridiam radica en la unión de todos como un solo sistema” El acusado abrazó a su amor.

  15. INOCENCIA
    Abandonó la toga en el perchero. El sonido de los tacones, cada vez más débil, le confirmó que María y su hijo se alejaban. La palabra «justicia» torturaba sus neuronas. Tomó de su bolso un analgésico que ingirió de un trago. El agua estaba caliente. Un día dejo todo esto y me largo, pensó. Entonces recordó la mirada del chico, su firmeza al reprimir las lágrimas. Ante sí vio cómo su inocencia, casi infantil, se desvanecía. Su fortaleza la sobrecogió: “Fui yo. Él la hubiera matado. La plancha estaba cerca, la desenchufé de un tirón…”

  16. Sentado en el banquillo, el maltratador se reía irónico de la ley. Había golpeado con saña a su mujer antes de ser detenido. Esperaba la menor condena cuando entró en la sala una toga, acompañada de la fuerte sinfonía de unos tacones. Susana Gisbert clavó su mirada en el acusado, el juez ordenó que se levantara, pero sus piernas de mantequilla flaquearon. Sabía que la fiscal lo aplastaría con la justicia, sin el menor resquicio de inocencia, su fortaleza se derrumbó. La pestilencia provocada por la descomposición de su estómago, añadieron mal humor y mayor condena por parte del juez.

  17. Había quedado en La Toga, como siempre me tocaba esperarla, me acomode junto al ventanal para entretenerme con el ir y venir de la gente.
    El ruido de unos Tacones me hizo volver la vista hacia la puerta, no era ella, la dueña de los zapatos cargaba un maletín y unas carpetas que abultaban más que ella, una abogada que iría al palacio de Justicia situado enfrente del bar.
    El moderno edificio daba grima, gris, frío y lúgubre, te hacia titubear a la entrada aunque fueras una persona de Inocencia demostrable, había que tener buena Fortaleza mental para que no te temblaran las piernas al pasar , como si realmente fueras allí a recibir un castigo, ó ¿no será que todos somos culpables de algo?

  18. El veredicto resultó positivo para su cliente. Salió apresurada guardando su TOGA en el maletín, mientras se ponía sus TACONES de infarto para recibir a su nuevo cliente. De la ciudad de la JUSTICIA a su despacho, recordó el día que recogió por ultima vez a su pequeña del colegio. Su edad era tan bonita, esa época de niñez y de INOCENCIA que ya nunca regresaría ,y que ella se perdió, nunca tuvo tiempo. Mientras de cara a sus clientes aparentaba una FORTALEZA que no tenía.

  19. Era una niña soñadora, sus grandes ojos lo iluminaban todo…
    Creció entre abogados y jueces, imaginándose con su toga, aunque correteaba por el pasillo con los tacones de su madre.
    De “grande” salvaría al mundo! … “obtendría justicia para los más desprotegidos”. !
    Se preparó y la vida le permitió ayudar a muchas mujeres que necesitaban ver luz en la oscuridad.
    El amor la llevó al otro lado del mundo, ya no es una niña, aunque igual de soñadora, sus ojos aún reflejan inocencia…y cree que en cada mujer existe el poder de hacerlo todo con amor, esa es su fortaleza…

  20. Algo llamó a su puerta
    Llegó a TOGA exhausta, sin ropajes de seda y oro, vencida, rota, despeinada y sin TACONES.
    Se había dormido la JUSTICIA en el pódium de los poderosos y la habían declarado culpable. Su INOCENCIA, pendiente del hilo de la cordura que enriquece el sentido común, fue relegada a engrosar las estadísticas.
    “¡Otra más! Qué habrá hecho, quién se creerá ser, si va por la calle que… merecido lo tiene!”
    De Santa Bárbara, desde la ermita, le llegó pasando entre los jocosos murmullos, un haz de luz: era la FORTALEZA por la que, con lágrimas silenciosas e invisibles había implorado.

  21. Día de estreno

    La toga tenía el negro desvaído y olía a sudor estadizo de distintos pelajes y, además, le estaba grande. Eso sí, los zapatos, negros, relucientes, y con finísimos tacones, le hacían un poquitín más alta y ella, al andar, se aupaba sobre ellos. Entró en la sala de vistas del Palacio de Justicia con aplomo, nerviosa, pero con aplomo. Resonaba en su cabeza la voz, casi susurrante, del decano de la Facultad de Derecho, en su graduación:
    -Licenciada doña Inocencia Gandía Leguiluz, recoja su
    diploma.
    Si la viera su padre le diría: “Ino, pa’alante” y pensando en él, por un instante, flaqueó en su fortaleza.

  22. LA FISCAL
    Mientras se colocaba la toga y cambiaba sus zapatos de calle, de altísimos tacones, por otros más cómodos, Elena maldijo su mala suerte por tener que afrontar un caso semejante.
    Amaba su trabajo; pero, cuando la víctima era menor, la embargaba una angustiosa sensación de impotencia.
    La justicia no contemplaba la pena máxima para el bestia que había arrebatado cruelmente la inocencia a su propia hija.
    Como madre, empatizaba con la pobre niña. Como fiscal, respiró hondo y se revistió de fortaleza para enfrentarse al violador.
    Elena deseó que la juez no tuviera piedad con semejante alimaña.

  23. CAPERUCITA Y EL LOBO

    “Unos cardan la lana y…” Ello lo supe en el momento que entré en la sala del juzgado y aquel abogado, enfundado en su toga, con su verbo fluido me violó otra vez. Argumentó que el acusado estaba bajo los efectos del alcohol y que la denunciante llevaba tacones, minifalda y un escote pronunciado.
    Estaba claro a quien iba a creer la justicia. Por eso, cuando dictaron la sentencia proclamando su inocencia, sabía que hacer: armarme de la fortaleza suficiente para suicidarme.
    Dejé una nota junto a mi cadáver que ponía: Tú eres el único responsable de esto, papá.

  24. POR FIN LIBRE

    Tenía que estar allí, necesitaba escuchar el veredicto de la toga y dar apoyo a la persona más importante de mi vida. Cuando entré en la sala, mis tacones no hicieron ruido. Una a una el jurista pasaba las pruebas, partes médicos, fotos y testigos en busca de justicia. Tras cada alegato la presunción de inocencia se iba transformando en presunción de culpabilidad y los grilletes que apresaban mi alma se iban disipando hasta terminar en las manos del verdugo que lloraba mientras escuchaba su sentencia. Mi madre se llenaba de fortaleza, los niños se quedarían para siempre con ella.

  25. Cualquier hora es adecuada para jugar con las posibilidades que en Cinco Palabras podemos encontrar.
    Una Toga, unos tacones, la justicia y la inocencia, son términos que bien podría utilizar una jueza, una abogada o la fiscal. Incluso la palabra fortaleza, puede tener relación con el ámbito judicial.
    Una semana después, he regresado a abrir el documento para conseguir un total de cien palabras y a ver si las encuentro.
    ¿qué puedo encontrar detrás de la justicia? Por lo menos un estado en tranquilidad el mismo que me gustaría encontrar en estos días, donde todo se encuentra en una batidora.

  26. El aguacil levantó la voz por encima del murmullo _ ¡en pie! _ dijo, sin moverse ni un ápice.
    Apareció el juez con su pelo blanco y su impecable TOGA.
    Desde el estrado podía ver a Amanda, estaba preciosa con su traje de chaqueta y sus TACONES de aguja.
    Se haría JUSTICIA.
    No defendería mi INOCENCIA. Amanda lo era todo para mí. Solo la tenía a ella, pero ella sin embargo tenía aún muchos sentimientos desconocidos por explorar. De su mirada nació mi FORTALEZA, de sus caricias mi decisión de cumplir condena en su lugar. Amanda merecía ser libre.

  27. Solo vi la toga y los tacones cuando desfiló a la tarima, y yo con mis mocasines y mi abrigo de invierno, abajo, como una vulgar, sin más. Que se hiciera justicia pedí al cielo. Quise subir, estirarla del pelo y tirarla al suelo. Pero la maldita inocencia me impidió hacerlo, porque después dirían que estaba celosa de su belleza. A nadie le importaría el hecho de que los tacones hubieran ganado a mi tesis. No importaba. Pondría las cosas en su sitio, tendría la fortaleza suficiente para aguardar el momento. Y sabía muy bien que pronto llegaría.

  28. BAILEMOS…

    Te veo, te siento,
    me llega el luto
    de tu mirada
    aunque la toga tape
    los tristes caminos
    que tu piel recorre.

    La altura de tus tacones
    no hacen justicia
    a tu interior rendido,
    cierto es,
    que solos nos morimos
    si las fuerzas nos traicionan,
    pero las dos sabemos
    que se puede ganar la guerra
    aunque se pierda una batalla.

    Ay, tu mirada…
    No sé decirte como
    recuperar la inocencia,
    desconozco si se puede,
    pero, cada mañana
    puedo, con certeza,
    bailar contigo y,
    dejando a la música entrar
    en tus entrañas,
    recuperar tu fortaleza.

  29. Hoy se cumple mi sueño, aquel que forjé entre rejas siendo niña, me gradúo en Derecho Internacional.
    Bajo la TOGA, mis pies se sienten oprimidos por unos TACONES que ni siquiera son míos. Han recorrido un largo camino, sin retorno, sin fin, en busca de JUSTICIA para mi pueblo. La INOCENCIA se va quedando en cada meandro del río de mi vida, erosionándola. Aportando pequeñas partículas diversas de FORTALEZA, por aquí…por allí…engendrando, evolucionando hasta sentirme mujer, única, un ser humano.-

  30. “Amigos coincidentes. La amante, él y su mujer” (Parte I)

    No ha sido fácil, pero ahí está, sentado, observando cómo me acerco insinuante, ondeando mi toga del alpaca inglesa, imagen que tanto le excita. Por fin se ha hecho justicia, después de tantos años besándome los tacones con sumisa inocencia, prometiendo que abandonaría a su mujer. Se acabó ser ”la otra”, la amiga coincidente de hoteles fríos y desalmados.
    Mi tesón, fortaleza y dominio han conseguido atraparle, como serpiente a su presa. Ya es mío, solo mío.
    Veo un vaso y una caja azul sobre su mesa… Estoy emocionada

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