ESCRIBE TU RELATO DE SEPTIEMBRE (I): EL ESCRITOR ARGENTINO @martin_caparros

En esta primera semana del mes de septiembre  dedicada íntegramente a Argentina con la causa dedicada a una ONG de este país, una catedrática de la UdeMM es la prologuista y con las palabras esta semana de un escritor del país de la bandera albiceleste, Martin Caparros.

Mar Olayo, nuestra presidenta, se cruzó con el escritor porteño Martín Caparros tras su viaje a Shanghai, China, y nos dio sus Cinco Palabras:

Ojos
Zanahoria
Fuego
Despecho
Río

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Martin Caparros estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires y comenzó su carrera periodística en el diario Noticias en 1973​ —dirigido por Miguel Bonasso y clausurado al año siguiente—, en la sección policial, que estaba a cargo de Rodolfo Walsh. A partir de ese año colaboró con la revista Goles hasta 1976.

Caparrós abandonó el país y se exilió en Europa, primero en París, donde se licenció en historia en la Universidad de París; más tarde se trasladó a Madrid, donde vivió hasta 1983.

En la capital española comenzó a escribir su primera novela, se dedicó a hacer traducciones, colaboró en el diario El País y con algunos medios franceses.

Con el retorno de la democracia a Argentina, regresa a Buenos Aires, donde trabajó en la sección cultural del diario Tiempo Argentino y en 1984 comenzó a colaborar en la Radio Belgrano, donde fue conductor, junto con Jorge Dorio, del exitoso Sueños de una noche de Belgrano.

Habrá de volver a España a trabajar como corresponsal de esa radio durante 1985 y 1986.

Al año siguiente retorna a Argentina como editor de la revista El Porteño. También en 1987 participa en la creación de Página/12 junto a Jorge Lanata, su primer director periodístico, y al siguiente, con Dorio, trabaja en el programa televisivo El monitor argentino y funda la revista Babel, que dirigirá.

A partir de 1991, Caparrós comienza a publicar sus relatos de viajes en la revista mensual Página/30, de la que sería jefe de redacción, bajo el título Crónicas de fin de siglo, que fueron distinguidas con el Premio de Periodismo Rey de España. Por ese entonces, también dirigió la revista Cuisine & Vins.

En el mes de septiembre de 2017, Cinco Palabras dedicará su causa solidaria a la ONG Argentina CILSA.

Los escritores solidarios de CINCO PALABRAS siguen las siguientes reglas:

No se cambiará género ni número de las palabras propuestas. No se modificará la posición de las mismas.

El relato tendrá una extensión de máximo 100 palabras.(*)

(*) Escribe el relato en esta PÁGINA pinchando DEJA UN COMENTARIO (aparecerán publicados una vez sean aprobados por nuestro equipo de edición) – Al final del mes se recopilarán todos los relatos en un volumen editado en PDF, que se podrá adquirir por un donativo de 5€, destinado a cada causa del mes. Colabora con nosotros y nuestras causas.

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46 comentarios sobre “ESCRIBE TU RELATO DE SEPTIEMBRE (I): EL ESCRITOR ARGENTINO @martin_caparros”

  1. Inauguro la carpeta del curso 2017-2018, con estas Cinco Palabras: Ojos, zanahoria, fuego, despecho y río. Un nuevo curso diferente y estoy seguro que mis cinco palabras me han de mostrar, a través de los ojos un nuevo destino donde una simple zanahoria pudo llegar hasta confiar en el fuego para llegar a contarle sin despecho la historia del rio, donde fue plantada su semilla.
    Una semilla que quiso crecer a la orilla del rio, donde pudo tener el suficiente agua para crecer y crecer hasta que encontró un fuego con el que calentarse en las noches del frío invierno

  2. -¡Mírame a los ojos!- le dijo su madre sentándose a su lado en la orilla.
    Carlos apenas podía contener las lágrimas; levantó la cabeza y la vio sonreír…
    -No eres una zanahoria, eres pelirrojo, ¡nada más!- le dijo dulcemente, -tus antepasados son celtas, gente mágica que conocía los secretos de las estrellas. Cuenta la leyenda que su sangre era de fuego, ¡de ahí tu pelo rojo!- la miró asombrado, -Así que, la próxima vez que te digan algo, no te lo tomes con despecho, contesta con orgullo “soy celta, hijo del fuego!”- dijo riéndose mientras se zambullía en el río…

  3. Sus ojos clavados en el surco que con la azada había hecho,Alfonso plantaba un ramal de zanahoria.
    Era verano,el sol ardía,parecía fuego,pero Alfonso pasaba días enteros en su huerto,así se lo prometió a su esposa antes de fallecer.Él se encargaría de todo,seguiría yendo día tras día,con ilusión,con pasión sin ningún tipo de despecho,todo por ella.
    Empezaba a anochecer y todavía le quedaba por regar el resto;así que se acercó al río,recogió el agua suficiente y terminó su promesa diaria….otro día … y no el último ….todo por ella.

  4. Sin Ojos podes oler, pero nunca veras el color naranja de una zanahoria, podras sentir el calor pero nunca veras el fuego. Sentiras el despecho como un tumultuoso rio que corre por tu pecho, sin comprender el sentido de la vida. Eso es lo que me dijiste despues de un largo silencio. y hoy a muchos años sigo sin enterderlo

  5. Se interno en el bosque de la encantada, porque era de día y con un trayecto corto ahorraba mucho camino.
    El nunca la había visto, decían que llevaba un vestido verde como sus ojos y una melena color zanahoria y que si se encontraba tu mirada con la suya te quedabas hechizado, eternamente enamorado y terminabas siendo devorado por el fuego de la pasión al recibir de ella solo su desprecio y despecho.
    Pensando qué no le importaría encontrarla un día cruzo el rio y abandono los dominios de la bruja.

  6. Despechado

    No me lo niegues, te lo veo en los Ojos. Y no, no soy como aquel burro que tiraba de nuestro carro, sin pararse a pensar, pobre… que trabajaba por recibir de nosotros y como justo premio, una simple Zanahoria. Estoy harto de recibir tus agravios en forma de insultos, que escupes por tu sonrosada boca como balines de Fuego, causa sin duda de tu desproporcionado Despecho. El mismo que usaste para conquistarme… dándome a beber tu cuerpo, mientras tú disfrutabas navegando por el mío, un caudal de caudaloso Río… Sí, no te rías, te sigo esperando y ansiando.

  7. Allí flotaba cualquier cosa, todo se transformaba en basura.
    Ahora el agua del río iba apagando el fuego que desaparecía de la orilla.
    Sabía que lo había hecho con asco.
    Como las veces que su tía le obligaba a comer lo que no le gustaba, brócoli, zanahoria. Y las pocas veces que podía vomitarlo.
    La noche siguiente intentó dormir, pero veía ojos que lo miraban desde la ventana que da al patio. Encontró pastillas, no supo cuáles, pero las tomó todas.
    La muerte le sirvió ante el hastío.
    Supo que el despecho que sentía era hacia la vida, no más.

  8. La abracé y sentí sobre mi cuello su último suspiro.
    Cerré sus ojos y los besé dulcemente.
    La miré como hice siempre, como un enamorado, sin querer ver las arrugas que surcaban su rostro ni el color macilento de la dura y larga enfermedad.
    Recordaré siempre la que fue su hermosa cabellera color zanahoria y en mi corazón seguirá ardiendo el fuego abrasador del amor compartido.
    Acabado el funeral, empujado por el despecho caminé errático. Mis pies me llevaron hasta el puente. Allí, abismado, permanecí observando la corriente del río que, como canto de sirena, me pedía que la siguiera.

  9. Ella estaba sentada frente a la ventana con los ojos clavados en el agua. Comía una zanahoria tranquilamente mientras veía como la policía sacaba el cuerpo sin vida del que había sido su marido.
    Ana irrumpió bruscamente en el salón gritando: ¿Has sido tú, mamá?, ¿tú mataste a papá?. Tenía los ojos encendidos como fuego y la voz quebrada por el dolor.
    – Dímelo, mamá, ¿qué fue, despecho, odio, venganza?; ¡Mírame a los ojos y dime por favor que no has sido tú!
    Ella miró a su hija con dulzura y dijo: Solo falló una cosa… se lo tenía que haber llevado el río.

  10. No tenia mas opción que seguir huyendo. Los ojos de la Martina le habían suplicado que se fuera, Diego, el «Zanahoria» lo había encontrado. Gritaba en la plaza que le prenderia fuego a cada rancho, a cada establo si seguían con el silencio complice. Ese, su antiguo enemigo, el que por un amor no correspondido, había jurado cobrar con sangre su despecho, su traición. Ante tanto odio no había otra salida mas que huir. Y agotado y sin aliento, vio en el rio el reflejo de las llamas que consumían una parte de su vida.

  11. Blanca navidad
    «No lo verán tus ojos», creí escuchar de aquella boca ridícula, pintada bajo una tosca nariz de zanahoria. Se la había pedido con exquisita amabilidad, mientras trataba de protegerme del frío con el mísero fuego que conseguí encender con las dos escuálidas ramas que conformaban sus brazos. Y allí seguía, tan tranquilo, escrutándome con sus ojos negros exageradamente abiertos. El despecho que me causó la respuesta burlona de aquel ser sin alma, me obligó a arrojarlo sin contemplaciones al río, no sin antes arrebatarle la puñetera bufanda y, por respondón, también su sombrero.

  12. Mi preciosa rubia de azules ojos, con solo tres añitos, no paró hasta desprenderse de su muñeca Tina. Estaba recién comprada, pero ella quiso regalarla a los niños sin recursos.
    De camino a la ONG “Una sonrisa más”, hizo que nos detuviéramos para entrar al supermercado y comprar una zanahoria al conejo del vecino.
    —Papi, el pobre no tiene comida.
    Cuando salimos, advertí fuego (parece que provocado por despecho, según supe después) en un local cerca del río. Mi pequeña quería ayudar a los bomberos a salvar vidas.
    Hoy tiene treinta años y un brillante futuro como misionera.

  13. La ley de Talión
    Se frotó los OJOS enrojecidos por la falta de sueño y continuó elaborando la tarta de ZANAHORIA siguiendo las instrucciones de la receta que Juana le habia facilitado. No pudo negarse. Lo normal era, que su vecina le pidiera un favor tras otro.
    Avivó el FUEGO y esperó. Una vez cocinada, la decoró, le puso una velita y sin ningún atisbo de DESPECHO llamó a Juana para que lo recogiera.
    Limpió los utensilios a fondo, y se acercó al RIO. Recolectó las zanahorias silvestres que necesitaba para cocinar otro bizcocho, al que le faltaría un ingrediente. Después dormiría en paz.

  14. Era el uno de abril del año 1620, cuando la joven y de buena familia, Catalina de Ponce, embarcó rumbo a América con los ojos envueltos en lágrimas.
    Su tersa, blanca y delicada piel se tornó de color zanahoria por el sol brillante del mar Caribe…, era como fuego que quemaba hasta el alma, ese alma que arrastraba con gran despecho ….
    Sintió tanta pena al partir del puerto de Cádiz, que por la cubierta del San José corría un río de lágrimas desembocando en aquel mar de color azul.
    -¡¡¡Tierra a la vistaaa!!!
    El galeón arrivaba a aquellas tierras lejanas llamadas Borínquen, ¡era Puerto Rico!

  15. El color de sus ojos y las deliciosas pecas color zanahoria sobre el puente de su nariz eran, simplemente, para extraviar al adversario.
    O no.
    Parecía inocente, pueril, acaso triste en los días en que la lluvia ponía un tono gris a su mirada; dulce, como esas tardes de domingo prendidas en un sopor de uvas; cimbreante, como un junco cerca de la orilla que el viento mece; inalcanzable, como un sueño en el punto exacto del despertar.
    Pero en su alma había fuego, y el despecho era como un rio de lava en el que yo temía hundirme.
    O no.

  16. – ¿Crees en Dios? – susurró Omaet. Creo en mi diosa, su nombre es Tacilu.
    – ¿Cómo es?- insistió el ángel.
    – Si contemplas profundamente sus ojos verdes, aparecerá la mirada más pura y bella que jamás hayas visto. Su nariz tiene forma de zanahoria, fina y respingona. Su alma no admite despecho alguna. Su boca deliciosa, de labios carnosos y rosados, emana fuego si la besas con amor verdadero.
    – Parece ser que por fin la encontraste – replicó Omaet.
    – Así es, mi querido ángel. Podría inundar este mundo con un devastador río de lágrimas, si algún día la perdiera
    – Ella es Tu Otra Parte, no lo harás…

  17. El fuego de su pelo enamoraba a los visitantes de la aldea, donde tenía su puesto de verduras, tomates, y entre las hortalizas destacaba siempre la zanahoria, que atraía los ojos curiosos por su formato perfecto, y entre las ventas era la preferida. Es que la pequeña pelirroja regaba su quinta con agua del río besada por la luna, y aunque despecha la lechuga absorbía mucha agua, con muy poca la zanahoria siempre agradecida, crecía…

  18. Ojos de cielo y cabello encendido en un naranja que recordaba el fuego, bailaba junto al río, al sol, a la lluvia y a la luna llena, cuando los lobos aullaban por enamorarla.
    Y en el pueblo por despecho alguna solterona, recelosa de su pelo y de sus cielos, le robaba de su quinta agazapada, siempre alguna zanahoria, para ahogar sus penas con una ensalada de su dieta.

  19. Se abrieron sus ojos gigantes, al ver la apetitosa zanahoria caída junto al río, y sin ningún despecho antes que otro la viera también, se inclinó disimulando y la tomó, la lavó bien y pelada junto al fuego silenciosa la comió…

  20. Se miraba fijamente a los ojos en el espejo mientras mordía, distraída, una zanahoria.
    Intentaba contener el llanto, pero la ira que le producían los recuerdos de la noche anterior, quemaba como fuego.
    ¿Cómo había podido dejarse engañar de nuevo? ¿Por qué no salía de una vez por todas de aquella relación tóxica? ¿Qué tenía que ocurrir para que por fin decidiera mandarlo todo al carajo? ¿No habían sido ya suficientes humillaciones?
    Ni siquiera había sido capaz de vengarse por despecho.
    La barbilla comenzó a temblarle y no pudo evitarlo: se apoyó fuertemente en el lavabo, bajó la cabeza, abatida, y, de nuevo, lloró un río…

  21. Matilde era una chica de mirada interesante y profunda. Sus ojos eran inmensamente verdes. En ellos se podían observar los hermosos prados de la cornisa cantábrica. Era una mirada de paz y esperanza. Su cabello color zanahoria la convertían en una muchacha única. Fue su físico lo que primeramente enamoró a Agustín. Sucedió en la noche de S.Juan. El calor del fuego templó ese amor. Matilde acababa de sufrir su primer despecho y los brazos de Agustín fueron el mejor refugio.
    Originales, lanzaron sus deseos al río, en lugar de al mar, como todos los enamorados hacían.

  22. -¡No te los frotes más, si eso es lo que es! Por más que te frotes los ojos vas a seguir teniendo una zanahoria en el plato. Una zanahoria, patatas cocidas a fuego lento y garbanzos. Eso es lo que hay hoy para comer así que no transformes en despecho las croquetas que no hice y come. ¡Hay que comer de todo hijo! ¡Croquetas cuando hay croquetas y legumbres cuando hay legumbres! ¡Y deja de mover ya el vaso de agua que lo derramas y vas a formar un río en la mesa!
    -¡Vale mamá, pero no me des collejas!

  23. Acertijo 60

    De ojos sólo tiene uno
    y no come zanahoria
    ni tubérculo ninguno.
    Se come en el desayuno
    un humano en pepitoria.

    Más de uno le cabría
    en su andorga gigantesca.
    Rie con risa dantesca
    saliendo de cacería
    para buscar carne fresca.

    Colaborador de Hefesto,
    dios de la forja y del fuego,
    nunca fue guapo ni apuesto
    y un griego lo dejó ciego.

    Como amante rechazado,
    de despecho enfurecido,
    profiriendo un alarido
    a su oponente aplastado
    lo dejó y es bien sabido.

    La enamorada del muerto
    la sangre convirtió en río,
    ¡Alicia, mira qué entuerto,
    qué gatuperio y qué lío!
    Casi que ni yo lo acierto.

    1. No te refieres a Polifemo verdad?
      Lo digo por lo de Galatea y la transformación de su sangre en río pero…
      Quizás me he pasado de imaginativa…

  24. LAZOS ROTOS

    Jamás olvidarán mis ojos tu sonrisa abierta, iluminando las pecas que estelaban tu nariz, ni tu pelo zanahoria, que al atardecer parecía de fuego. Éramos inseparables, hermanos de aventuras, de risas, de confidencias, que sellamos con sangre, nuestro pacto de fidelidad eterna y silencio.
    Luego apareció ella, con miradas que enloquecían el corazón de una manera incontrolable. Despertó las mariposas dormidas en nuestro estómago. Al enamorarnos, nos convertimos en rivales.
    Cuando te eligió a ti, me sentí herido y traicionado. Lo siento… no pude evitar que el despecho me cegara, permaneciendo impasible mientras te hundías con tu barca río abajo.

  25. Todavía recuerdo su cuerpo menudo, su andar ligero, sus ojos con una mirada siempre triste y, en sus manos, una zanahoria, cogida del huerto más cercano.
    Era la loca del pueblo; por lo menos así la llamaban, pero yo siempre vi un alma solitaria, triste y abandonada por todos. Quizá por eso decidió prender fuego a todo lo que tenía.
    Dicen que fue por despecho, pero no creo que hubiera rencor en su alma.
    Y allí la encontraron, acurrucada y dormida, para no despertarse jamás, junto a aquel rio que tantas veces pacientemente escuchó sus lamentos.

  26. Alzó sus ojos al almanaque, hoy hace 30 días:
    – Desde que el mundo se le cayó a sus pies.
    – Desde que Miriam tiró de su peluca , se sintió avergonzada y hundida.
    – Desde que se encerró en su castillo, con altas torres, lejos de todo, y de Miriam, y de Luis.
    Bebiendo su zumo de zanahoria, despacio, ensimismada. Empezó a oler a chamuscado, el fuego quemó sus tostadas.
    Frente al espejo se probó la melena postiza, entre lágrimas y furia, disparó su despecho, al río que rodeaba hoy su mayor fortaleza: Salir a vivir.

  27. Permanecía inmóvil aguardando el contacto que llegaría, sin saberlo, antes que los ojos.
    Suave cálido algodón espuma pasión reposo apacible poesía promesas madriguera zanahoria dulce fábula nube algodón tormenta preguntas silencio reproches silencio.
    Arial10 sin formato.
    Silencio.
    Tiempo.
    Algunas veces la memoria, otras veces algún espejo, le devuelven todos los colores, los dolores, los placeres de aquél fuego.
    Se llamaba despecho pero lo supo tarde, cuando intentó acercarse a la piel reseca que giraba en un remolino perdido en el río.

  28. DESPEDIDA DEFINITIVA

    Evoco tus ojos, me pierdo en la profunda y rotunda acritud de la última mirada que me dedicaron, y los sigo, sin remedio, como un burro sigue, terco, su zanahoria, caminando sin más rumbo que el cebo que me muestran, aunque sea mi perdición, aunque me conduzcan al fuego de la hoguera del desamor que prendiste.

    No actúo por despecho, pero necesito despojarme de tus ataduras, sentir que vuelvo a ser dueño de mi vida, y por eso que he rescatado todos tus recuerdos, los he metido en una caja y los he dejado en el río a la deriva.

  29. Ansiedades
    Sus ojos iban fijos en esa zanahoria que llevaba delante: un aumento de sueldo, un auto nuevo, un viaje…
    Descubrió, hace poco, el fuego omnipresente de la pasión por cosas que no tenían precio: cultivar, escribir, enseñar, socorrer, dibujar, construir, aprender a cantar…
    Ningún enojo antiguo, reproche ni despecho impidió que sintiera la emoción del presente.
    Recordó que la vida era tan solo un río y dejó de dar prisa a lo que demoraba para empezar a ser agradecido.
    La felicidad muestra la insólita costumbre de aparecer de pronto y suele ser, lo juro, cuando no se le insiste…

  30. Pepe XVIII

    Alma había perdido la chispa de sus ojos. Ahora, en el bar, tenía a Miriam, su prima, porque le daba miedo que Morandi pudiera aparecer estando sola.
    -Un zumo de zanahoria-cantó Miriam
    -Mariconadas- rezongaba el “Pelazo”, acodado en la barra junto a Pepe y Gabriel, el portero- a estos de los zumos había que prenderlos fuego. Así están ellos, ni chicha ni limoná. Vino, coño, más vino.
    -Dice Miriam que Morandi quiere volver con Alma y que ella no quiere verle y que él, por despecho, dice que la tiene que matar y tirarla al río.
    -Eso son chismorreos.-murmuró Pepe secamente, y pidió la cuenta.

  31. AROMA A ELLA…

    Abro los OJOS, de nuevo siento ese aroma a su pastel de ZANAHORIA que inunda toda la casa. Ha vuelto. Salto de la cama. Bajo a la cocina y encuentro el FUEGO encendido. En esta ocasión no le contaré nada a mi psiquiatra. La última vez, con DESPECHO, me dijo que me tomara mi medicación, que me olvidara de todo, que eran alucinaciones mías.
    Voy al comedor. Allí está ella. Me RÍO, me sonríe y desaparece tras los visillos del ventanal.

  32. EL BOSQUE ENCANTADO

    Carlota contempló con ojos asombrados cómo saltaba de su libro de cuentos aquel duende de pelo zanahoria.

    -Necesito tu ayuda -su voz sonaba como una aguja de pino.

    -¿Qué puedo hacer por ti?

    -Ven conmigo al Bosque Encantado.

    En un segundo aparecieron en aquel diminuto universo mágico.

    -El manzano de la bruja no da fruto este año y acusa al Espíritu del Bosque. Le ha prendido fuego por despecho.

    Carlota salió de las páginas a por un cubo y regresó. Con agua del río sofocó las llamas. A la bruja le regaló una manzana gigante.

    Los duendes, las aves y otros animales se despidieron de la niña con una canción.

    Aquella noche Carlota durmió abrazada a su libro favorito.

  33. VACÍO DE SUEÑOS

    Entre el naufragio de sueños
    donde se pierden tus ojos,
    donde el vacío y el olvido
    de lo vivido se desvanece,
    una triste zanahoria se ennegrece
    tanto como tu corazón.

    Entre el calor excesivo de las llamas
    del fuego de tu rencor,
    se van quemando momentos
    que alimentan tu despecho
    y van matando el amor
    en forma de suicidio.

    Ya no eres mar
    ni eres río,
    ni arroyo ni afluente,
    de ti se van yendo los sueños
    y el que no sueña se muere,
    que infortunio
    tu esperanza ausente.

  34. Parte III:

    La vida se apiadó de ellos y movió ficha. Habían pasado once años. “25 años de amistad” encabezaba la invitación a la fiesta de disfraces. Clavó los ojos en la lista de invitados. Volvería a verle.
    El traje de zanahoria escondía su fuego.
    Fue buena idea que todos ocultaran las caras y se reconocieran por su esencia. No necesitó ver. Sabía que ese conejo era él.
    – Por qué no respondiste mis cartas?
    – Nunca las recibí.
    La bruja se acercó y, quitándose la máscara, confesó:
    – Las tiré al río con despecho. No soporté el dolor de mi hermano cuando le abandonaste.

  35. A TAN SÓLO UN INSTANTE

    Con unos trozos de carbón para los ojos, una zanahoria por nariz y unas ramas formando los brazos, sus dos amores terminaron el muñeco de nieve; y felices, canturreaban dando vueltas a su alrededor.
    Aunque hacía frío, el cielo estaba despejado y el viento en calma. Respiraba paz disfrutando de la escena, hasta que percibió, que un extraño silencio, solamente roto por las voces de los niños, lo envolvía todo. Un instante después, una especie de siseo, cada vez más intenso y cercano, hizo que los niños se parasen mirando al cielo. Un misil de fuego atravesó la casa y el jardín, arrasándolo todo. Parecía el despecho de un ser del inframundo, cobrándose por ese momento de felicidad.
    El río cercano se tiñó de rojo y un denso humo negro lo llenaba todo.
    Alguien, en alguna parte decidió, que había comenzado el fin del mundo.

  36. Mala experiencia
    Me enamoré, no lo pude evitar. Fue ver sus ojos verdes, su pequeña nariz llena de pecas, esa piel casi traslúcida y ya estaba perdido. Aunque lo que me remató definitivamente, fue su pelo revuelto y rizado color zanahoria, capaz de transportarme a esas noches de historias alrededor del fuego de mi infancia. Después, su pose y despecho en el trato con mis congéneres, me llevaron a perder completamente la cabeza. Y aquí me encuentro, lamiéndome las heridas tras el batacazo. Si algo he aprendido por las malas, es que yo no quiero ni me río de las mujeres así.

  37. Que lindos ojos tienes , la dicen continuamente cuando la ven caminar por el paseo marítimo. Junto con tu pelo color zanahoria hace una mezcla explosiva. Despide fuego, deseo, pasión…..aunque ya sé que para ti todo es un juego. Un juego basado en el despecho , la negación y hasta la rutina. Un juego que utilizas para apartarme de ti.
    Pero querida. Eso es imposible. Es decir al río que no vaya a abrazar al mar.
    Lo siento querida. Mientras me mires así….mi corazón seguirá latiendo por tí

  38. Ojos que no ven?
    Dice Magritte: este relato no contiene zanahoria. Ni la palabra.

    Crédula.
    Le enviaba un deseo en cada ola confiada en que llegarían al otro lado de esa línea imaginaria que la noche disuelve. Un día se dio cuenta que los abrazos quedaron exiliados en el paraíso de hielo, condenados a patinar en círculos para siempre. La Divina Comedia sin fuego y sin Dante. Geografía destinada al abismo.

    Conservo la mañana gris que quedó atrás. Aquél beso de supernova y el cuerpo tibio que no regresó.
    La eternidad del sentimiento derriba cualquier despecho.
    El río sigue ahí.

  39. TAMBOR
    Recorrí con mis ojos todo el paisaje del entorno, sin encontrar lo que buscaba. Mucha vegetación me rodeaba, pero ni una sola zanahoria para poder alimentar a mi pequeño conejo. Regresé a casa un poco triste. Encendí el fuego, había refrescado bastante y me encontraba melancólico y muy solo, sobre todo por el despecho de Laura y nuestra discusión de esta mañana que evidenciaba nuestro distanciamiento. Se había ido. Me acosté con el propósito de salir mañana temprano hacia al rio, donde seguro encontraría la hortaliza que necesitaba. Ahora Tambor, era mi única compañía.

  40. Otra vez estaba aquí la fiesta de todos los años.
    Mi hijo con sus ojos suplicantes para conseguir un nuevo disfraz;todo inundado del color zanahoria o calabaza de la fiesta americana.Del truco o trato.
    A la vez el fuego asando castañas, en las calles,inundándolo todo con su olor y humareda.
    Mi único despecho, disfrazarme de fantasma y comer mi cucurucho de castañas junto a mi hijo y al rio de niños terroríficos y calabazas encendidas.

  41. Las pupilas de Bruno saltaban al ritmo de las llamas. Sus ojos reflejaban un extraño color zanahoria con los destellos del fuego. Todos estaban reunidos en torno a la fogata. Silenciosos. Huraños. El despecho era palpable en las miradas furtivas, en los suspiros de los chicos… Él, consciente de los estragos que había causado, no miraba a nadie.

    —Bruno, hoy dormirás solo—sentenció el jefe de exploradores, apuntando con el índice al anémico río cerca del campamento.

    Bruno se incorporó. Con las orejas caídas y sepultando el rabo entre las patas traseras, se alejó cabizbajo en la brisa de la noche.

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