Quinta Semana: Esta semana nos da las Cinco Palabras una de las mujeres que más ha luchado contra la Mutilación Genital Femenina en Kenia, Agnes Pareyio fue elegida en el 2005 como MUJER DEL AÑO EN KENIA por NACIONES UNIDAS. Desde Narok (Kenia) la fundadora de la ONG TASARU nos envía sus palabras:
Niña
Circuncisión
Hombre
Vaca
Escuela
El recuerdo más impresionante que conservo desde niña y que actualmente me impresiona, es el ritual de la circuncisión de mi país. Hasta entonces mi inocencia, desconocía lo que era aquel ritual. La imagen de aquel hombre en medio de la plaza, sometiéndose públicamente a una circuncisión me sorprendido mucho. Mi ignorancia de un cuerpo de un hombre desnudo me impactó.
Yo que por aquél entonces estaba aprendiendo a ordeñar a nuestra vaca antes de ir a la escuela. Todavía tengo en la memoria el primer día e después la circuncisión, que todas nos preguntábamos para que era ese ritual.
Niña perdida,
con zapatos de charol
y calcetines de algodón bordados.
Mirada dulce y pluma violenta,
temerosa de la circuncisión a un corazón,
siempre puesto en manos ajenas.
No hubo hombre ni mujer
que pudiera abarcar tu naturaleza
dulce e indómita.
Como una vaca sagrada,
que deambula intocable,
solitaria,
casi etérea;
la vida te golpeó incesante,
con la extraña amabilidad de la indiferencia,
para negarte el derecho a pertenecer.
Y así, enfrentaste cada nuevo embiste,
con el temor del primer día de escuela.
Con los ojos muy abiertos,
los puños apretados,
y el alma expuesta,
de par en par.
Educación para el futuro.
La niña tenía todo preparado. La hora de la circuncisión estaba próxima, no había tiempo que perder. Despertó a su hermano y con sendos hatillos se lanzaron a la estepa con la velocidad del rayo. Un hombre, añoso como la misma sabana, observó la huida y esperanzado, se puso a ordeñar la vaca. Tendría dos raciones más para el resto de la prole. No necesitaba ya escuela mejor que su experiencia, pero los niños sí. Soñaba mientras masajeaba las casi vacías ubres.
Wangari
Njeri entró llorando en la choza.
-¿Porqué lloras mi niña? preguntó Wangari
– Dice Abuya que a Wambui le han hecho la circuncisión y está muy enferma y que a todas nos lo harán. Que un hombre lo ha dicho.
– A ti no te lo harán- y Wangari la apretó contra ella.
Wangari salió de la choza y las lágrimas enturbiaron sus ojos. Un vivísimo dolor latía en ella desde que la mutilaron. Su padre la casó con un viejo baboso y desdentado a cambio de una vaca escuálida.La arrancaron de la escuela un día de sol y nunca más pudo volver.
– A ti no te lo harán- musitó con rabia- Antes, mataré por ti.
SILENCIO, SE HA IDO.
En los ojos de la niña
que crecía
anidaba el miedo,
buscaba la vida un ataúd
donde encerrar su libertad,
libertad no conocida,
soterrada en la circuncisión
aceptada,
de un imaginario placer
que le negaría el alba.
Un hombre que no amaba
por una vaca la cambiaba,
la escuela que le negaban
quebraba sus esperanzas.
En los ojos de la niña
que crecía,
una lágrima se secaba,
la sangre a borbotones
su propia muerte bailaba,
dejó de crecer la niña,
su placer ausente
su dolor presente,
la hicieron mujer
para enterrarla.